Samaná
Las lecciones de una turbulenta temporada
Temas relacionados: América del Norte, Atlántico, Irma, María, Resto Caribe, Santo Domingo, USAID
22 septiembre, 2017 Por Windler Soto Deja un comentario
Los caribeños estamos familiarizados desde pequeños con los disturbios atmosféricos que definen la temporada anual de lluvias en nuestro rincón del trópico.
Casi de forma instintiva dominamos los conceptos de tormenta, depresión, vaguada, huracán o temporada ciclónica. Y no porque tengamos una inclinación innata hacia el estudio de la meteorología, sino porque los desastres asociados con estas condiciones climáticas nos han hecho conocerlas a fuerza de sus recurrentes golpes.
Es un hecho. Vivimos en el Caribe, región que todos los años está en riesgo de ser devastada por uno de esos fenómenos que se forman en la atmósfera y que están compuestos por nubes, viento y lluvias.
Estos disturbios aparecen desde que tenemos registros escritos. De hecho, la palabra huracán es una incorporación taína hecha al castellano por los españoles, quienes no estaban asiduos a estas extrañas fuerzas de la naturaleza, pero que pronto fueron “bienvenidos” con la devastación de la ciudad Nueva Isabela, reedificada con el nombre de Santo Domingo de Guzmán.
Aceptémoslo. La posibilidad de que un huracán se forme en el Atlántico y amenace la seguridad del Caribe y algunas zonas de América del Norte no es nueva. No obstante, los versados en estos temas coinciden en que el nacimiento de huracanes de gran poder destructivo aumenta con inusitada frecuencia.
Algunos lo achacan al cambio climático, fenómeno ampliamente admitido. Pero, mientras se dilucida el debate sobre las causas, debemos dar por hecho la posibilidad de que un huracán alcance nuestras costas y eche al traste el orden que hemos creado.
El turismo no escapa a esta advertencia implícita que nos hace la naturaleza, sobre todo porque el negocio dominicano de la hotelería descansa fundamentalmente en la existencia de recursos naturales como atracción.
Se trata de un asunto serio, sobre todo considerando que República Dominicana es el octavo país del mundo más vulnerable al cambio climático, Agencia para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID).
Pensar más en el turismo sostenible, en cuidar los recursos naturales, en reducir el impacto de la acción del hombre sobre la naturaleza parece que ya no es una opción.
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